Corría la segunda mitad del siglo XIX y en las Bolsas de Valores del mundo aún era necesario tomar una tiza, subirse a una escalera y escribir a mano en un enorme pizarrón las cotizaciones y transacciones del día. Pasaron los años y el avance tecnológico aportó lo suyo a los mercados bursátiles, reemplazando lo que se venía haciendo manualmente por pantallas electrónicas.